Confesión
Cuando abrí mi primer blog, hace poco más de diez años, escribía casi todos los días. Había encontrado una forma de expresar que me hacía sentir libre, que me obligaba (una obligación autoimpuesta) a inventar mundos, personajes, situaciones con dolor, con humor, con vida. Por primera vez en mi vida me atrevía a escribir ficción y varias cuestiones cotidianas que me interesaba retratar o que necesitaba sacar de mí. A la par, iba leyendo a otras personas ante las que me maravillaba por la facilidad con la que parecía que hilaban sus ideas por escrito, personas que me hacían sentir, que me llevaba a seguir sus situaciones, opiniones, creencias. Poco a poco se formó una comunidad, las ideas iban y venían en forma de posts y comentarios. Yo no contaba con miles de seguidores pero quienes me leían eran suficientes para mí, encontré calidez en sus palabras, una relación de atención mutua con personas a las qué tal vez jamás vería cara a cara y otras con las que, hasta hoy mantengo algún conta